jueves, 5 de noviembre de 2009

El sueño perdido

Deseaba tanto volver a entrar en el sueño. Lo que había visto en aquella onírica escena antes de ese precoz despertar lo había cautivado tanto que decidió concentrarse de la manera que solo él sabía para retornar a él. Y lo consiguió.

Volvió a esa luminosa habitación donde todo era blanco, las paredes, la cama con dosel, las sábanas, con un único color, el de sus cuerpos dorados, entrelazados y vibrantes, el suyo propio y el de una bella mujer a la que no pudo reconocer, haciendo el amor. Quiso tanto que fuera ella, no podía ser otra pero tenía que verla, así que fue rodeando la cama con el fin de encontrar su rostro pero cada vez que lo buscaba se interponía su larga melena. La llamó por su nombre y justo cuando ella iba a mirarlo resbaló con algo y cayó. Despertó en el suelo junto a su cama, solo y muerto de frío. Corrió a taparse y cerró los ojos intentando volver allí pero fué ya imposible, estaba demasiado despierto para ello.
En otro lugar, no muy lejos de allí, una joven se despertó sudorosa y con la respiración entrecortada, no recordaba qué había soñado pero se sentía bien. Al levantarse de la cama tropezó con algo, fue a cogerlo y se preguntó qué hacía el coche de juguete de su hijo allí a los pies de su cama. Dio gracias a Dios de no haberlo pisado, quien sabe lo que podría haberle pasado.